Iniciamos este espacio del blog con una selección de tres poemas que desde distintas relaciones con la palabra y el misterio ponen de manifiesto los vestigios del tiempo sobre el humano y el mundo. Para niños, jóvenes, adultos, gentes de ciudad, de campo, habitantes de todas las culturas y épocas, el tiempo ha sido preocupación, motivo estético e intelectual, alivio o peso, quizá porque lleva consigo al más grande enigma: la muerte. La definitiva y la de todos los días. O por ser la materia misma de nuestra vida.
Sobre esto no hay verdades absolutas, pero en la lectura de poesía hay ilusiones de comprensión, instantes de creer poder asumir estos misterios que a veces son agobio y a veces éxtasis. Hoy compartimos a los amigos de este espacio tres poemas, tres autores colombianos, tres plumas del Caribe Colombiano.
El riesgo de ser cada día
Muy de mañana
Asumo el riesgo de la cotidianidad
Que empieza con el baño, cepillado de dientes,
Un beso a los niños
Y algunas indicaciones a mi mujer
Que frente al espejo,
Oficia al rito de parecerse menos a ella
Cada día.
Rara vez escribo un verso matinal
Ni silbo bajo la ducha,
Escasamente los humores me alcanzan
Para la dura faena semanal
Que siempre para en saldo rojo.
¡Ah! Sísifo, si me vieras cargar todos
Los días
La dura piedra de las necesidades
Cotidianas
Y verla rodar de nuevo
Hasta su punto de partida,
Sabrías qué poco peso tuvo la tuya
En la cima del infierno.
Cristo García Tapia
Del libro Caminante en la Palabra, 1985.
Animal que va por los días
Soy ser que recuerda
Su porción de cuerpo que se irrita
Animal que va por los días
Con su untura de sal y de barro alardeando
Como un fulano que la ignorancia estruja
Lenta y pausadamente
Soy ámbito y posada de un germen que no es mío
Sostengo su aire
Toco su temblor
Como si otro estuviera en él pidiéndome entrar
Y temiera compartir tanta precariedad
Siento su mueca
Sucediendo y persistiendo dolorosamente
Ricardo Vergara Chávez
Del libro Retazos de Mundo, 2004.
Instante
Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.
Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.
Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.
Meira del Mar
Del libro Alguien pasa, 2007.
