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MIRADAS SOBRE LA NOVELA: RESPIRANDO EL VERANO


Las presentes notas tienen como propósito expresar de manera clara y resumida los  componentes esenciales de la primera novela del escritor colombiano Héctor Rojas Herazo.  

Este autor es una de las figuras más significativas de la literatura colombiana y americana,  pues a través de su obra (narrativa, poética, pictórica y periodística) manifiesta la condición  humana que se diluye en tres espacios irreparables de la memoria: la infancia, la casa y el  patio. Rojas Herazo, en Respirando el Verano (RV) muestra no sólo la decadencia de la  familia Domínguez Ahumada -transfiguración ficcional de su propio núcleo familiar- si no  también la ruina de un pueblo marginado de la modernidad, ubicado en la costa caribe  colombiana, y que significa un ejemplo exacto de las comarcas, poblados y aldeas que se  gestaban en el siglo XIX en Colombia y América Latina, como producto del mestizaje y los  procesos de hibridación cultural.  

Héctor Rojas Herazo (1921) nació en Tolú-Sucre, Colombia. Su vida y obra fue trazada  visceralmente por su infancia y el lenguaje ocurridos en este rincón del litoral colombiano.  Desde muy joven fue un aficionado a la literatura de ficción y aventura (Julio Verne, Emilio  Salgari, Rafael Sabatini), a las historietas, al mundo del cómic y del cine neorrealista italiano  y norteamericano. A partir de sus dieciocho años empieza a inmiscuirse en el mundo de la  poesía y el periodismo, y posteriormente en el de la escritura novelística y la pintura. Este  hombre que poco a poco se fue convirtiendo en un ser inmortal, fue “un autodidacto esencial  y voraz” (García U. 15) formado en los “talleres naturales de la intelectualidad moderna del  Caribe” (Ibid.) Su escritura privilegia la ruina (estado de pobreza extrema, no solo material  sino también del alma) como un recurso que tiene el humano para desnudarse ante sí mismo  y poner a prueba su valía, su dignidad, su amor, su inventiva, su cordura o locura y relación  con seres y objetos que solo existen en la memoria (16).  

Respirando el verano (RV) es publicada en 1962 por Ediciones El Faro. La novela se  compone de dos partes y XXIII capítulos. La primera parte se titula: Las cosas en el polvo, y  la segunda: Mañana volverán los caballos. Inicialmente en RV, el autor relata una serie de  acontecimientos que introducen al lector en el sofocante universo de una comarca desconocida. 

Estos hechos se presentan por capítulos y el lector aparente e inicialmente  puede no encontrar mucha relación y continuidad entre ellos. Se requiere entonces de la  segunda parte para que se comprenda lo que ocurre en la familia Domínguez Ahumada, a  través de recursos como la profundización y explicación de los hechos, y la descripción  realista de los acontecimientos mencionados en el primer segmento.  En esta novela el autor expresa posturas críticas frente a la pre-modernidad como  tiempo/momento histórico decadente, una posible resistencia a las transformaciones que tuvo  la sociedad de los siglos XIX-XX y que trajo consigo la ruindad humana como resultado de  una modernidad incipiente. Siendo así, esta obra se comprende como un compendio de  aspectos que tuvieron vital importancia en la vida del autor, desde la niñez como epicentro  de aprendizaje, misticismo y descubrimiento, hasta referencias basadas en la crítica a la  Guerra de los Mil Días (una de las consecuencias del bipartidismo político en Colombia) o  la contaminación medioambiental en un pueblo costero por acción de la industria ganadera  en sus alrededores. La historia está contada a partir de tres figuras narrativas: Celia, Anselmo y un narrador  omnipresente. La narrativa de los capítulos se da manera circular, es decir, la estructura de  estos comienza especificando un contexto espacial/temporal y termina en ese mismo. Tal  estructura puede deberse a la influencia de la poesía en el autor. El personaje principal de la  novela es una mujer adulta, que figura como Celia. 

Esta caracterización se desarrolla a partir  de Anselmo, un niño de nueve años. Celia es quien cuenta la historia de la familia que creó  al lado de su tío-esposo el doctor Milcíades Domínguez Ahumada. Este hombre le triplicaba  la edad, ya que cuando la mujer llegó a la casa del doctor, contaba con sólo dieciséis años.  La protagonista representa no solo las características de las mujeres de su época sino también  la memoria familiar, puesto que, al narrar, expresa los momentos más profundos que llevaron  a la ruina y decadencia de su familia, y que se convierte en un panóptico para visualizar la  destrucción del orden social, popular y comunal del pueblo que habitaban. La abuela tuvo  once hijos en total. En la obra solamente se mencionan algunos, entre estos: Julia, Jorge,  Horacio, Berta, Mara y Valerio. Al parecer los otros desaparecieron bajo circunstancias  desconocidas. Los símbolos que están directamente relacionados con la mujer, son la casa y  el patio. Para la protagonista de RV, “ella y la casa eran un solo organismo” (Rojas H. 132) pues “Cuando ella traspuso por primera vez el umbral, la casa tenía su misma edad y duró  exactamente lo que duró ella” (Ibid.) Hablar de Respirando el verano implica observar desde la postura de Anselmo (uno de los  nietos menores de Celia y uno de los narradores de la obra) a una cultura que se desarrolló  en un rincón costero del Caribe colombiano, que para el autor figuró ficcionalmente como  Cedrón1 pero que testimonialmente era Tolú-Sucre.  

Esta obra contenida de poesía, recuerdos e infancia, señala una humanidad latente que  rememora la fragilidad del cuerpo y del alma ante la crudeza del verano, el cual no solo  representa una estación climática sino también el aletargamiento de los seres ante la soledad,  el silencio y la vastedad del tiempo. El lector puede sentirse como un observador intensivo  de la vida que se cuenta en la obra. Hay recuerdos, imágenes y acontecimientos que no solo  resuenan en los personajes sino también en la existencia de quien se adentra en la lectura. A pesar de ser compleja por su estructura narrativa no lineal, RV lleva al lector con su  frescura, al mundo externo de los personajes (la casa, el patio, el pueblo costero) y al universo  interior de estos. A través de la majestuosidad y sencillez de la palabra poética, cada párrafo  o capítulo, en su unidad espacio-temporal, despierta en el lector emociones guardadas en el  inconsciente colectivo de sociedades aparentemente desaparecidas. Esta forma de relatar  hace que el lector sienta y viva de cerca lo que les acontece y recuerdan los personajes. Existe en la primera novela de Rojas H. una descripción completa y extensa del contexto  ambiental y/o natural desde el cual se narra la historia. El autor describe imágenes del  ambiente natural con una profunda precisión, que traslada al lector al lugar exacto donde  ocurren escenificaciones de fenómenos como el clima sofocante que llega a la costa caribe  colombiana con el ‘verano’2 , el viento vespertino que proviene del mar, el frescor del patio  bajo los árboles de mango y tamarindo, o el aroma de las plantas que sembraba la abuela. En  RV coexisten el recuerdo y el lugar (escena, espacio geográfico, ambiente, contexto natural)  1 La nominación del pueblo no aparece como tal en Respirando el verano, pero se conoce a partir de la lectura  de las novelas siguientes que componen la saga, que este espacio ficcional es el mismo. 2 En las zonas geográficas donde se da el ecosistema de Bosque Seco Tropical, el ‘verano’ es una de las dos  estaciones climáticas, considerada como época de sequía, caracterizada por altas temperaturas, bajas  precipitaciones, transformaciones de la vegetación (árboles caducifolios), y que se extiende desde el mes de  diciembre hasta abril. En zonas como el caribe colombiano, el resto del año se caracteriza por la estación de  lluvias.de manera estrecha y casi dependiente. A continuación, se realiza una selección breve de  citas que connotan lo mencionado: 
• “La abuela se hizo sentir en el acto. Venía del patio, de su reino de hojas. De sus  maticas de yerbabuena y toronjil, de su ámbito con olor a humo de leña, a pollitos  recién nacidos, a burros y a jazmines.” (Rojas, 14) 
• “El verano había llegado de golpe ... El sol maduraba, se hacía viril, desde las  primeras hojas. Todo era amanecer cuando, con un leve crujido del tiempo, brotaba  aquel ímpetu de luz, aquella sofocación irresistible, aquella orgía solar que abría  rotundas cicatrices en la tierra de las calles y parecía cebarse aún en las hierbecillas  más testarudas y más humildes. Los árboles cansados y secos parecían gigantescas  varillas de yodo entre el aire polvoriento. Se respiraba el verano como un olor ubicuo.  Un olor a cáscara seca, a hojas carbonizadas, a aire quemado, a ropa planchada en un  cuarto seco. El olor venía de lejos, de atrás, de más allá del pueblo ...” (18) 
• “Julia sacaba al patio el mecedor rojo y lo ponía bajo el árbol de mango. El árbol  estaba como parado, como si le hubieran cortado la lengua. Antes era una fiesta de  viento contra las hojas ... pero ahora estaba mudo y quieto. Era la imagen del verano.  Parecía como inhibido por un resentimiento”. (Ibid.) • “Todos en aquel patio parecían respirar y vivir sobre una gran parrilla. Era un hálito  monstruoso, un sopor eructado por la tierra.” (19) 
• “Las tres quedaron en silencio. Escuchando el vapor cansado del patio, el quejido del  verano en la noche que empezaba a crecer sorbiendo el enérgico olor de las cosas y  el áspero bostezo del mar que las arropaba como un manto de sofocación, de  pesadumbre, de anhelante ruina.” (21)
 • “Después los recuerdos se fundían al vehemente calor, a las noches olorosas a toronjil,  en el patio, cuando la luna parecía descansar sobre los hombros del emigrante ...” (48) El recuerdo y la casa son vehículos de narración que atraviesan portales del tiempo y que  trasladan al lector a hechos del pasado. Entre estos aparecen aquellos que han causado dolor  y profunda melancolía, así como los que causan alegría y asombro. Existe un juego del  tiempo en el que a lo largo de un extenso pasado, ocurre la novela. Este pasado es  fragmentado en segmentos sobresalientes, que para aquellos lectores desprevenidos resultan confusos y sin relación con lo que el autor está narrando en el párrafo anterior. El presente  de la narración es el pasado (recuerdos) debido a que acontecen diversos episodios alternados  en la vastedad de la rememoración. Haciendo alusión a este aspecto, las siguientes citas  sustentan lo mencionado:
 • “Pero, cuando este desmontó con agilidad y se quitó el sombrero, mostrando el tramo  pálido de su frente en contraste con el resto de sus facciones curtidas, un soplo de  recuerdo, imprecisable pero agudo, sacudió la memoria del niño.” (Rojas 11-12)
 • “En otro tiempo cuando vivía el abuelo ... La abuela evocaba algunas veces ... aquel  pasado de provinciano esplendor.” (Rojas 22) 
• “Pero, entre el embiste de los recuerdos y la ruina presente, la abuela persistía ...”.  (24) 
• “Él todavía intentó con una exigencia monstruosa pedirle más detalles, obligarla a  penetrar en aquel recuerdo ominoso, como a una atmósfera clausurada donde era  imposible la respiración y la vida.” (40) 
• “Recordaba la tibieza de la mañana y las olas lamiendo sus piernas mientras veía la  canoa hirviendo como una larga brasa a la que hubieran clavado dos alfileres negros.”  (81)
 • “Recuerdo como si lo estuviera viendo ... solo estaba su recuerdo en el zaguán, la  ausencia de sus facciones y de su traje de dril abombado en el sitio de las rodillas.”  (96-98) 
• “Sí, sentía su recuerdo embistiéndola ...” (102) 
• “Ahora, hundido en su silencio, embestía en el recuerdo contra sí mismo. Aquí en  este mismo patio había brotado y crecido como una planta” (140) 
• “Se hundía en el tiempo y regresaba de él espumoso, lleno de fechas, mojado de  vaporosos recuerdos.” (154) 
• “Él se recordaba apretando la mano del hermano, caminando por la playa llena de  troncos, respirando el fresco viento de la mañana, rasgado por el aletazo de las  palmeras.” (159) Asimismo, en RV aparece la figura del mar como referencia al fin de la superficie, un lugar  para acabar y morir. Un espacio que habla sin voz y que se adentra en las casas y habitantes  del pueblo, como una especie de sal petrificada; sinónimo de la destrucción del hábitat por las manifestaciones de la vastedad, el abandono y la acrimonia de un destino inexistente e  inexplicable. Otros aspectos que subyacen en la primera novela de Rojas H. son aquellos que relacionan  la muerte, la existencia humana, las dolencias del alma ante la ausencia de los seres amados,  que, en el caso de Celia, radica en la partida de los hijos (varones) a la guerra, la enfermedad  de su hijo más amado (Horacio) y la destrucción de la vida de sus tres hijas por las malas  decisiones relacionadas con el amor y ese tipo de demonios. 

Esta serie de componentes  ‘demasiado humanos’ pueden vislumbrarse en las siguientes citas:
 • “… y mi primer llanto cuando pregunté por mí misma entre las hojas” (Rojas 98) 
• “Ahora lo miraba larga y calladamente. No parecía respirar. Parecía solamente haber  existido, haber resbalado en el tiempo por la escala de muchas herencias, para mirarlo  en ese instante como lo estaba haciendo: aguda, sobrenatural, indescifrablemente.  Parecía, incluso, haber rebasado el odio y flotar más allá de él en una fría comarca  donde, sobrando las palabras, quedaba, sin embargo, la voluntad de destruir y  perdurar sobre toda ruina con un apetito y una alegría tan poderosos como la  eternidad” (107) 
• “Fue un repliegue sobre sí mismo. Empezó a encogerse, a irse hacia dentro. A sentirse  y oírse como si alguien estuviese dentro de él -tal vez más adentro que él mismo-,  escuchando el gorgoteo de sus sentidos.” (89) 
• “Él, en cambio, sabía que había vivido al margen de sí mismo. Empujado, como ahora  que caminaba indeciso, interiormente destruido, sobre el polvo del verano” (118)
 • “Todo parece inútil -la anciana enjugó sus ojos con el extremo de su saco de florecitas  estampadas- nacer, tener hijos, vivir, todo es inútil … ¿Para qué nos traes, Dios mío?,  dime qué quieres de nosotros” (148)
 • “Sabía que nada, absolutamente nada, podía hacerse y que ninguna palabra de  consuelo podía llegar a la insondable amargura en que había descendido el alma de  aquella mujer” (149)  
• “... a eso nos acostumbramos y también a oír que por dentro nos vamos volviendo  polvo. Trapitos rotos y gastados, por dentro y por fuera, eso es lo que somos.” (163)
• “... cada existencia hay que vivirla en sí misma. Interior y apretada, sin relación  posible con los otros.” (170) 
• “Estamos solos, alguien ha de venir en nuestra ayuda.” (198) 

Al leer RV es inevitable no construir imágenes y escenas mentales, debido a que la obra se  compone de descripciones, poesía y una narrativa visual muy precisa. Esto denota la  influencia del cine en el autor y por lo tanto en su obra narrativa y poética. No es gratuito que  su segunda novela En noviembre llega el arzobispo tenga como epígrafe una frase del  director italiano Federico Fellini. Dicha influencia del cine se puede evidenciar en las  siguientes citas extraídas de Respirando el verano: 
• “Alzó el rostro y vio la plaza hirviendo, temblorosa, contra una vasta lámina de vidrio,  con sus casas de paja y sus árboles de almendro retorciéndose como si los viera  reflejados en el agua. Y allí, frente a él, recortado en el lienzo de luz, el bloque negro  de un caballo y un hombre, de sombrero y camisa polvorientos, que lo contemplaba  en silencio.” (Rojas 11)
 • “Las últimas lluvias, apenas ramalazos de agua sobre los almendros de la plaza,  habían dejado de asustar a los escasos transeúntes.” (17) 
• “Julia sacaba al patio el mecedor rojo y lo ponía bajo el árbol del mango.” (Ibid.) 
• “... cogió su taburete de palo y, con la frente hundida, y los ojos pensativos, cojeando,  alzando su hombro derecho y dando lentos tumbos con el taburete, se fue a lo  profundo del patio, bajo el árbol de guayabo, y allí se quedó toda la tarde. Desde el  comedor los dos niños veían su espalda encorvada y sus trenzas amarillas flotando  entre las cuerdas de luz que descendían de las ramas.” (23) 
• “Anselmo, asustado, sin despedirse de Falcón, se hundió, galopando sobre las yerbas  de la plaza, en el crepúsculo amarillo.” (33) 
• “Se detuvo unos instantes, pensativo, y miró el patio por sobre la puertecita de campo.  Una leve brisa, apenas, la respiración de dos árboles, sacudía algunos trapos colgados  en un alambre.” (57)

Leer la mencionada obra, permite conocer vestigios de los pueblos ganaderos y costeros de  una zona de Colombia, en la que las hibridaciones culturales se caracterizan por ser resultado  de los procesos de colonización, esclavitud y reconquistas territoriales. Implica adentrarse en una familia que reproduce los modelos y paradigmas de las sociedades que se constituían en  la América sometida. También posibilita conocer la representación de la mujer como sujeto  oprimido y marginado por una sociedad patriarcal, donde el hombre es quien posee el capital  simbólico, económico y cultural (Ortega 2005).
Desde una postura social, RV es un recurso  de documentación de un período donde diversos grupos/sujetos poblacionales que no fueron  reconocidos por el conglomerado oficial de la sociedad, obtuvieron voz a través de la palabra  y la memoria. Es una obra que contiene todos los elementos para ser considerada una ‘joya de la corona’  de la literatura que merece ser divulgada en las escuelas secundarias, universidades y en la  cultura colombiana y latinoamericana en general, pues significa una importante radiografía  de la colectividad que se gestaba en un rincón apartado y extremo de la zona tropical  colombiana, reflejo de una historia nacional fragmentada por el olvido, la guerra y el polvo  del tiempo sobre la condición humana.

Referencias Bibliográficas
García, Jorge. Prólogo de Celia se pudre. Bogotá D. C.: Ministerio de Cultura de  Colombia, 1998. Impreso. Rojas, Héctor. Respirando el verano. Ediciones El Faro: Bogotá D. C.,1962. Impreso. 
Rojas, Héctor. Respirando el verano. Ediciones El Tiempo: Bogotá D. C., 2003. Impreso. Ortega, Mar. La violencia simbólica de la paterna potestas en Respirando el verano, de Héctor

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