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DENUNCIA DEL PRESENTE


Fotografía: Cementerio de Murillo, Tolima. Tomada por: Jaidith G.S., 2019.
 ¿En esto consiste la vida? ¿En dejarse morir sin que nadie escuche? 


Alirio, era un estudiante de Sociología que había iniciado su “labor social” hacía tres años en la Vereda Pitalito, ubicada al occidente del departamento de Nariño, justo en el lugar donde las piedras se convierten en aire. Su madre, una campesina afrodescendiente desplazada en el año 1995 por un grupo insurgente, conocido como “Protección propia”. Su padre, un campesino indígena, resistente de la Masacre de las Azucenas, llevada a cabo por grupos Paramilitares en el oriente del Cauca. Los padres de Alirio fueron asesinados hace tres meses. Simplemente por reclamar la tierra que una vez les fue arrebatada. 

Recordemos que la fecha real de este escrito, transcurre hoy, sábado 12 de enero del año 2019. Las noticias que inundan las redes virtuales: 9 líderes sociales asesinados en menos de 15 días. ¿Esto alarma? ¿A quiénes? ¿A los desposeídos que resisten en tierras de olvido, a las madres que siguen buscando lo que se les ha perdido, a jóvenes que creyeron en la reparación de sus historias, a estudiantes que exigen justicia social gritando “educación gratuita y de calidad”? Hagamos un repaso, y comprendamos que nuestra historia es una ruleta rusa, y que quien ha querido denunciar esta postergación de odio, es acallado y anónimamente desaparecido.  

Los ascendientes de la madre de Alirio, de doña Emirta Mosquera, fueron perseguidos en el continente africano (mitad del siglo XVII, cuando Portugal intentaba ser un imperio colonial). La población africana capturada que resistió a los horrores del despojo de sus almas (porque el desterrado no es solo de la tierra, sino de toda su existencia) fue trasladada a la virgen América. Allí, sometidos y esclavizados, impregnados de la episteme de que no tenían almas, la consideración de los africanos como inferiores, tiene su esplendor. Impera la idea de una “raza blanca superior”, la europea. ¿De dónde viene este dogma de poder? ¿Hay alguna relación entre la violencia física de las conquistas en la historia de la humanidad y el establecimiento de una razón absoluta, general y dominante?  La historia de la africanidad en Colombia, sigue siendo incompleta... lo que sí sabemos es que su lugar en el presente patriótico, es periférico y excluido.  

Hablemos un poco del padre de Alirio, don Juan Quinguana, hombre de padres, abuelos, tatarabuelos y ascendencia indígena por completo. Nacido en el departamento del Cauca, miembro de la comunidad Nasa, desterrado de su lugar de origen por colaborar con la defensa de la tierra durante los años 70`s, cuando latifundistas, disfrazados de empresarios, iniciaron el despojo de comunidades enteras para la construcción de hidroeléctricas. La historia del romance de los padres de Alirio es sinónimo de resistencia: de lo que no debía mezclarse, de muertes por territorio, de poblaciones esclavizadas y sometidas, de quienes habitan en cada uno de nosotros, como colombianos.   

Alirio nació a finales del siglo XX, con la contención de memorias dolorosas pero milenarias. Era un niño cuando sus padres fueron amenazados por personas armadas que exigían la tierra que miraba de frente a la montaña y de lejos al mar, una terraza geoestratégica para el Narcotráfico, el sitio perfecto donde yacen innumerables recursos naturales. 

La lucha de Alirio es sobrevivir en medio de un país que desconoce a sus víctimas; de dirigentes que utilizan las palabras “perdón” y “reconciliación" como botín político; de silencios llevados a cabo con sustancias químicas; de gente que roba al pueblo utilizando un discurso de economías fraudulentas; de entretenimientos con realities, narco y músico-novelas, futbol (pasión y patria), datos históricos errados que generen controversia... entre tanto los innombrables mandatarios y ex mandatarios siguen haciendo de las suyas.  

Este país que habita en el fondo de los sueños, en los gritos de “¡No más corrupción!”, en los últimos suspiros de quienes han muerto con la esperanza de que haya justicia, duerme en los laureles de gobiernos pérfidos, bárbaros y rencorosos. Como diría Piero, tras padecer quizá una ignominia similar: “Ay país, país de nubes, lleno de humo y alcohol, ¿cómo le cuento a mi gente lo que yo pienso de vos?”.   

Entre tanto, sigamos despertando con cautela. Muchos serán los Alirios que pedirán todas las noches al cielo: "Por favor, que no me maten”, mientras que resisten diariamente en un país que vive con zozobra. 

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