“(…) este hombre nuevo inicia un proceso por el cual continúa su lucha en los mismos campos de batalla que su antecesor y en el que pocos hombres de pensamiento y acto han luchado (…)” Incordio de 2001 - B. Koan
El flujo de transeúntes fue interrumpido por el anuncio de una batalla silenciosa. No importó si quien transitaba las calles de un Sincelejo de antaño era hombre, mujer, joven, adulto o anciano. Una invitación con forma de mano extendida adornada en papel y letras les descoloca, aumenta su extrañeza ante la oferta que posa de gratis. ¿Aceptará este poema? ¿Lo leerá? ¿Captará el mensaje? No falta quien con piedras en formas de palabra conteste: “Yo solo leo la biblia”. También, quien —enajenado por su desconfianza hacia el mundo— se niegue, escabulléndose con el cuerpo y la mirada entre el cardumen. O aquellos que, con la sorpresa descifrada en sus ojos, expresaron: “¿Un poema? Muchas gracias”.
Postes, bancas, paredes y muros no se resistieron. Absorbieron entre sus grietas el almidón tras las hojas. En el cemento la palabra cobra vida hasta ser borrada por la lluvia, el sol, el miedo o el tiempo. Los curiosos observan y se preguntan ¿Qué hacen? ¿Qué promocionan? ¿Qué venden? Respondemos casi cual evangelistas: Un homenaje.
Aquel sábado 30 de octubre de 2021, el centro de Sincelejo sirvió de escenario para heraldos enfermos de retorno con una misión: anunciar por un instante que la palabra hecha verso, la sensibilidad, la humanidad y el recuerdo de quienes nos precedieron valientemente en la lucha contra las tiranías, no habían muerto. Anunciamos con nuestra presencia la llegada y visita de otras almas.
A las cuatro y dos minutos de la tarde, uno de los heraldos observó a un hombre que estaba de pie, mirando el transitar del día con una cinta en sus manos —vida y libertad—. Se acercó a él, enjuagó el sudor, desprendió el papel de sus manos y recitó:
“(…) un solo miedo, un odio que crepita,
y un millar de silencios extendiendo
sus vendas sobre el alma mutilada”. [1]
El hombre la miró, pareció acercarse. Sus ojos reflejaban que así ha sido su vida —o pudo serlo—, extendió su mano y agradeció. La vida de la mujer —una especie de naufragio— continúa iluminada en una ciudad que parece no morir(se), que recibe versos sin miedo y que gesta el amor como causa justa.
Intervenidos algunos muros, corazones y cabezas con el fin de traer a su memoria tantas y tantos adalides de la paz, la justicia y la vida digna en nuestro país, nos esperaba la noche para continuar la jornada.
Pronto dejamos el centro, la brisa refrescaba el calor de las cinco de la tarde. ¿Qué hacer cuando la palabra no es suficiente? Pensamos en el silencio y su aparente inexistencia.
El homenaje a líderes sociales continuó públicamente a la hora en que finaliza el ocaso. La extensión de una luz decidida a no morir rondaba el lugar desde donde —con una firmeza de acero— alzaríamos la voz para decir: “¡NO MÁS MUERTE! ¡NO MÁS INJUSTICA! ¡NO MÁS IMPUNIDAD!”
Tomarnos el patio de un restaurante como espacio de protesta fue extraño para muchos, curioso para otros y novedoso para los que escucharon el llamado.
Allí estaban los heraldos enfermos de retorno intentando alcanzar la palabra que describiera el dolor que se siente cuando se escucha el nombre de un o una joven, una mujer o algún líder social asesinado(as).
Desde un rincón del caribe colombiano, encendíamos una luz alrededor de lideresas que saben que la vida no es del todo una construcción individual, que somos otredad, manos enlazadas, canales y puentes.
El ser humano es plural. En cada uno de nosotros están todos los hombres, las mujeres, lo binario y lo no binario de esta esfera que llamamos ‘mundo’.
En medio de quienes dieron y recibieron poesía —que avivaron su tarde; que escucharon la voz de los desaparecidos que terminan siendo una ignorada cifra en las estadísticas, de los asesinados en la sombra y de los mensajeros que aún creen en la vida — comprendimos que el retorno era inevitable.
Entre velas a fuego ardiendo, flores y melodías, quienes nos cobijamos debajo de la sombra del Perincú acertamos en algo: solo hay una forma de saber que hay parajes para hablar de todo lo que se puede callar, así como para encarnar la lucha ante la violencia, el dolor y la muerte. Ese lugar puede llamarse Sincelejo, Poesía, Música, Luz o Sombra. Saberlo es caer en cuenta que el lugar está adentro y que cuando buscamos afuera, es porque lo hemos olvidado.
*Nota sobre los eventos Pega y entrega masiva de poemas y Gala poético-musical en homenaje a líderes sociales, desarrollados el sábado 30 de octubre de 2021 en el centro de Sincelejo y en Mapalé Restaurante Bar.
[1] Fragmento del poema: Cuestión de estadísticas de Piedad Bonnett.
Por: Dayan Tuirán Berbel (Aprendiz de escritor), Zully Zapa Bohórquez (Vida en deconstrucción) Jaidith Gomezcasseres Samur (Buscadora de la poesía).
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