Más que una historia de migrantes movida entre el humor y la reflexión sobre el sentido trágico de la vida.[1]
“(…) Esta es tu patria: trágatela. Este tu himno: trágatelo. No puedes ser como tú, tienes que ser como nosotros: trágate esa también. Allí en frente está tu enemigo: muerde, araña, patea, desgarra y trágatelo.” Pág.29
¿Quién no ha soñado con huir al norte? ¿Quién no ha contemplado por instantes fugaces escapar de esta jaula oxidada con nombre de país? ¿Quién en su delirio no ha contemplado embarcarse en el estúpido sueño americano? Yo también he sido uno de ellos.
La pistola en el agua llegó a mí como regalo casual. Sin esperarle, sin estar prometido. Corría el mes de agosto en mi ciudad natal, se conmemoraban cien años del natalicio de Héctor Rojas Herazo. En un recital de poesía recibí la novela -según indicaba su portada- ganadora del premio internacional que lleva el nombre del célebre artista mencionado con anterioridad.
Sobre Raúl Ortega Alfonso (Cuba,1960) supe lo que rezaba su presentación: Escritor prolífico; exiliado desde 1995; mexicano por naturalización; profesor de literatura y español; corrector de estilo; editor; columnista. Sus libros han sido publicados al inglés, alemán e italiano. Además, ha sido acreedor de diferentes premios como el Ediciones B & Playboy (2013) con la novela La vida es una mentira y el Blas de Otero (2014) con el poemario El caballo no tiene zapatos.
***
¿Qué es una isla? Carlitos Marx, amigo de Robber y María protagonistas de esta historia no tan convencional nos dirá, en su delirio con sabor a monólogo -mientras acaricia las llagas que ocupan su cuerpo sentado en un parque de South Beach Deli- que son cárceles rodeadas de agua. ¿Qué tienen en común estas cárceles con la guerra? Podría ser que después de sobrevivir a ellas, nunca se vuelve a ser el mismo, pues se es un apestoso o un muerto que respira.
***
En un primer momento no reparé el diseño de portada. Allí estaba la forma separada de la masa continental. Después entendí que dicha forma fue descubierta por un veterano de Corea. En el libro aparecen muchos indicios de ello, entre estos…
“(…) con orgullo que, si uno se fija bien en el mapa de los Estados Unidos de América, y desprende por unos segundos la península de la Florida, y la deja así, solita, como quiera que uno la ponga, de pie, de cabeza, el estado de la Florida parece una pistola (…)” Pág. 176
De esta manera, podríamos decir que el espacio donde se desarrolla el relato tiene todo y nada que ver con una guerra librada en el propio corazón de quien las exporta. Este libro es como la paja en el ojo del que mira, una granada propulsada por un cohete lanzada al símbolo del dominio global: los Estados Unidos de Norteamérica. Pero ¿qué tiene por decir un homeless en un país como éste? Yo conocía de indigentes, desechables, habitantes de calle a la colombiana, no de sin-techos que llegaron en balsas a tierra prometida. Me quedé atrapado en la lectura. También soy un prospecto de exiliado en esta larga noche que no termina; un disque escritor que por utilizar las palabras bomba y pistola ha incurrido en una grave falta, tan grave como para que la ley se ofendiese, pues ellos y no otros son los únicos autorizados para emplearlas.
Por eso cuando Robber alude a su odio, mientras lo disecciona, lo exalta, lo muestra como su bien más preciado y lo separa de lo que no es para encontrar así su sentido, mi cuerpo se estremece, tal como lo hiciese yo mismo. Robber dirá:
“(…) Estoy orgulloso de mi odio. Es lo único que, de verdad, puede conservar el hombre sin el peligro de que venga alguien a quitárselo; al contrario, es una de las pocas cosas que el hombre puede obsequiarle a otro hombre. Es el regalo más barato del mundo, por eso se mantiene de moda (…)” Pág.34
A mi juicio, la pistola en el agua resulta una entrega muy bien lograda, íntima, profundamente escatológica, de lenguaje modesto, y con una estructura narrativa que ilustra muy bien el cuadro de una enfermedad llamada capitalismo. Los intersticios que en apariencia nada tienen que ver con la historia principal juegan de bisagra. Son etnografías hechas por observadores agudos- alternando primera y tercera persona- que lo han perdido casi todo en ese mundo. A pesar de ello, para nuestro protagonista quedaban las axilas de su mujer, sus tetas, su sonrisa y un tramo de mar, únicos lugares donde refugiarse del frío… ¿No es esto el amor? Es decir, allí donde uno puede deshacerse de su odio, especialmente del frío… Este es un retrato producido desde un punto de referencia inexplorado, intencionalmente suprimido por ser tabú, pues en una sociedad donde se mira despectivamente hacia los márgenes, donde el fracaso, la pérdida, la derrota, son males que erradicar en pro de una ilusoria felicidad, Robber es la personificación de esas “escupidas lanzadas por la lengua del ojo”. Él nos recuerda en tono mayor, con una mirada de fuego, lo que somos.
“(…) El olor es la máscara, el disfraz para ser aceptado, la pose. Si algo hay auténtico en la vida del hombre es su peste, como si esta fuera un dios inseparable que asiste al nacimiento y crece junto al él hasta que logra su máximo esplendor en la vejez.” Pág. 74
***
Al leer la palabra ‘patria’ en el libro, imaginé a Martín, el padre de Hache, diciendo la famosa cita que es hoy insignia del cine español:
“Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso, es un verso. No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso. Pero también lo extrañas si te mudas a diez cuadras. El que se siente patriota, el que se cree que pertenece a un país, es un tarado mental. La patria es un invento. Qué tengo que ver yo con un tucumano o un salteño. Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. (…) Uno se siente parte de muy poca gente. Tu país son tus amigos, y eso sí se extraña. Pero se pasa”.
[1] Reseña literaria elaborada para el espacio web del colectivo Perincú. Título con base en el concepto del jurado calificador.
Sobre el autor:
Dayan Alfredo Tuiran Berbel. Sincelejo, Sucre (1998). Aprendiz de escritor, eterno estudiante. Drogomante, trashumante, poema inacabado. Delirio que existe por obra y gracia de la palabra. Alterna sus días entre el silencio, la soledad y el anonimato.
Comments